Juan Mari Larrañaga Ysasi-Ysasmendi, autor de este blog

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sábado, 17 de marzo de 2012

Domingo IV de Cuaresma (Ciclo B)

¿LUZ O TINIEBLAS?


PRIMERA LECTURA
La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo


Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23


En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.» En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"» Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
Sal 136, 1-2. 3. 4. 5. 6


R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.


Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.


R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.


Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión.»
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.


¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.


R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.


Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. 


R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti..


SEGUNDA LECTURA
Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10


Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos. Palabra de Dios.


EVANGELIO
Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él


Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21


En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: - «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.» Palabra del Señor.


COMENTARIO


¿Por qué preferimos la tiniebla a la luz? ¿Por qué somos tan tontos que preferimos andar como ciegos y a tientas a convertirnos de nuestra mala vida? Me gustaría retomar el comentario hecho hace dos semanas cuando terminé diciendo: “Vivimos en esta crisis que, además de ser económica, financiera, de valores éticos, morales y religiosos, etc., es existencial. De ahí que no sepamos ni siquiera lo que somos realmente y, en lugar de avanzar, estemos retrocediendo en valores hasta la época de la Roma precristiana donde la homosexualidad, la promiscuidad, el asesinato de niños recién nacidos y otras prácticas abominables estuvieron más que toleradas”. Donde las tinieblas dominan, todo lo que tiene apariencia se vuelve, como por arte de magia, más real y viceversa. Me explico.

Lo que antes era considerado malo, pernicioso, pecaminoso..., ahora lo estamos llegando a considerar, incluso, como un “derecho”. Es lo que algunos puristas llaman la “perversión del lenguaje”. Esto supone cambiar la mentalidad de una sociedad que se está poco a poco dejando adoctrinar por ideas relativistas, ateas y con una fuerte carga de ideología masónica. Benedicto XVI está alertando continuamente sobre este hecho que en los países de onda tradición católica ya va tomando un matiz cada vez más violento. La prueba la tenemos en la multitud actos, publicaciones, manifestaciones, etc., que proliferan contra las tradiciones católicas y los católicos en general.
“El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras”. En el Prólogo de san Juan se nos dice: “La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron” (Jn. 1, 5). He aquí la razón por la cual las tinieblas no la recibieron: porque sus obras eran malas. Pero la luz sigue, y seguirá, iluminando en la tiniebla hasta el fin de los tiempos para que triunfe la VERDAD. Por eso le dice Jesús a Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre”, como un faro o una linterna ilumina la oscuridad de la noche. 

sábado, 10 de marzo de 2012

Domingo III de Cuaresma (ciclo B)

PRIMERA LECTURA
La Ley se dio por medio de Moisés


Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17


En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.» Palabra de Dios.


SALMO RESPONRIAL
Sal 18, 8. 9. 10. 11


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


SEGUNDA LECTURA
Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero, para los llamados, sabiduría de Dios


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios l- 22-25


Hermanos: Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Palabra de Dios.


EVANGELIO
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré


Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 13-25


Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.» Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: - «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» Jesús contestó: - «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.» Los judíos replicaron: - «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre. Palabra del Señor.


COMENTARIO


En el Antiguo Testamento y, en general, a lo largo de toda la Historia Universal, hasta que Moisés bajó del Horeb –Sinaí– con las Tablas de la Ley escritas por Dios en dos piedras, los hombres se regían según el instinto del cacique, jefe o rey que gobernase a un pueblo, tribu o reino, llegando a hacer auténticas barbaridades en honor a las diferentes divinidades que se han creído. Por eso, aunque sea de forma tan perfecta para aquella época que parecía imposible de cumplir, Dios dejó el Decálogo –los Diez Mandamientos– a su pueblo Israel, tras más de cuatro siglos y medio de cautiverio en Egipto. Entraron en Egipto cuando, por culpa de una pertinaz sequía y escasez de pastos, tuvieron conocimiento de la abundancia de trigo en los graneros del país (Gn, 42) y, tras la muerte de Jacob (Gn. 49, 33), José, uno de sus doce hijos, que fue nombrado Primer Ministro por el Faraón años atrás (Gn. 41, 37-49), perdonó a sus hermanos acogiéndolos allí (Gn. 50, 15-23) donde se multiplicaron. Los egipcios, con el paso del tiempo, fueron olvidando lo que hizo José por ellos y tuvieron miedo de los israelitas, sometiéndolos a la esclavitud (Ex.1, 8-ss.).
En Egipto, el Señor parecía haber abandonado a su Pueblo. En realidad, no fue así. Dios no lo abandonó jamás. Lo que quiso era oír su oración en forma de lamento, de súplica, para poder obrar la acción salvífica de sacarlo de aquel país con los portentos que realizaría y supiese que sólo Él es Dios, que los dioses de Egipto no eran nada a Su lado. Por eso, el primer mandamiento dice: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso”. De hecho, los tres primeros mandamientos se refieren a Él.
Pero lo que de verdad me interesa comentar es el hecho de que Dios nos haya dado una verdadera declaración de los derechos humanos muchos siglos antes de la Revolución Francesa de 1789 o de la Carta de Derechos de los Estados Unidos, emanada de su misma Constitución de 1787 que, a su vez, emana de su Declaración de Independencia de 1776 o de la mismísima Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU en el año 1948. Vuelvo al comienzo del comentario para resaltar este hecho. Gracias al Decálogo, si los hombres, especialmente los de cultura judeocristiana, no fueron capaces de evitar autenticas barbaridades, al menos los encauza hacia una verdadera hermandad donde no se cometa crímenes tan horrendos como los cometidos en el pasado.


He ahí la verdadera intención del Señor: que le consideremos como Padre y que nos consideremos sus hijos y hermanos entre nosotros. Hemos de tomar conciencia de su importancia si no queremos volver a cometer los mismos errores del pasado ni oír estas palabras: “El celo de tu casa me devora”. 

Domingo III de Cuaresma (ciclo B)

PRIMERA LECTURA
La Ley se dio por medio de Moisés


Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17


En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.» Palabra de Dios.


SALMO RESPONRIAL
Sal 18, 8. 9. 10. 11


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila.


R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.


SEGUNDA LECTURA
Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres, pero, para los llamados, sabiduría de Dios


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios l- 22-25


Hermanos: Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Palabra de Dios.


EVANGELIO
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré


Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 13-25


Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.» Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: - «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» Jesús contestó: - «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.» Los judíos replicaron: - «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre. Palabra del Señor.


COMENTARIO


En el Antiguo Testamento y, en general, a lo largo de toda la Historia Universal, hasta que Moisés bajó del Horeb –Sinaí– con las Tablas de la Ley escritas por Dios en dos piedras, los hombres se regían según el instinto del cacique, jefe o rey que gobernase a un pueblo, tribu o reino, llegando a hacer auténticas barbaridades en honor a las diferentes divinidades que se han creído. Por eso, aunque sea de forma tan perfecta para aquella época que parecía imposible de cumplir, Dios dejó el Decálogo –los Diez Mandamientos– a su pueblo Israel, tras más de cuatro siglos y medio de cautiverio en Egipto. Entraron en Egipto cuando, por culpa de una pertinaz sequía y escasez de pastos, tuvieron conocimiento de la abundancia de trigo en los graneros del país (Gn, 42) y, tras la muerte de Jacob (Gn. 49, 33), José, uno de sus doce hijos, que fue nombrado Primer Ministro por el Faraón años atrás (Gn. 41, 37-49), perdonó a sus hermanos acogiéndolos allí (Gn. 50, 15-23) donde se multiplicaron. Los egipcios, con el paso del tiempo, fueron olvidando lo que hizo José por ellos y tuvieron miedo de los israelitas, sometiéndolos a la esclavitud (Ex.1, 8-ss.).
En Egipto, el Señor parecía haber abandonado a su Pueblo. En realidad, no fue así. Dios no lo abandonó jamás. Lo que quiso era oír su oración en forma de lamento, de súplica, para poder obrar la acción salvífica de sacarlo de aquel país con los portentos que realizaría y supiese que sólo Él es Dios, que los dioses de Egipto no eran nada a Su lado. Por eso, el primer mandamiento dice: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso”. De hecho, los tres primeros mandamientos se refieren a Él.
Pero lo que de verdad me interesa comentar es el hecho de que Dios nos haya dado una verdadera declaración de los derechos humanos muchos siglos antes de la Revolución Francesa de 1789 o de la Carta de Derechos de los Estados Unidos, emanada de su misma Constitución de 1787 que, a su vez, emana de su Declaración de Independencia de 1776 o de la mismísima Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU en el año 1948. Vuelvo al comienzo del comentario para resaltar este hecho. Gracias al Decálogo, si los hombres, especialmente los de cultura judeocristiana, no fueron capaces de evitar autenticas barbaridades, al menos los encauza hacia una verdadera hermandad donde no se cometa crímenes tan horrendos como los cometidos en el pasado.
He ahí la verdadera intención del Señor: que le consideremos como Padre y que nos consideremos sus hijos y hermanos entre nosotros. Hemos de tomar conciencia de su importancia si no queremos volver a cometer los mismos errores del pasado ni oír estas palabras: “El celo de tu casa me devora”. 

lunes, 5 de marzo de 2012

2º DOMINGO de CUARESMA (año B)

PRIMERA LECTURA
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe


Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18


En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: - «¡Abrahán!» Él respondió: - «Aquí me tienes.» Dios le dijo: -«Torna a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.» Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: - «¡Abrahán, Abrahán!» Él contestó: - «Aquí me tienes.» El ángel le ordenó: - «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.» Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: -«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberle reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.» Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
Sal 115, 10 y 15. 16-17. 18-19


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!»
 Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. 
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, 
en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.




SEGUNDA LECTURA
Dios no perdonó a su propio Hijo


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-34


Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? Palabra de Dios.


EVANGELIO
Éste es mi Hijo amado


Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10


En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: - «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: - «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.» De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: - «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».


Palabra del Señor.


COMENTARIO


¡Qué suerte han tenido esos tres apóstoles de ver con sus propios ojos –de carne– la divinidad en la humanidad glorificada de Jesús! San Pedro, al verle ante Moisés, representante supremo de la Ley, y Elías, uno de los grandes Profetas, se erigió en portavoz de los tres apóstoles que subieron a la montaña –Monte Tabor– y exclamó, como lo hubiésemos hecho cada uno de nosotros –de hecho, lo podemos hacer en la Misa, en la Adoración Eucarística, en cada rato, por pequeño que sea, de oración–, diciendo: «Maestro, ¡qué bien se está aquí!». Parece como si estuviesen en el Paraíso. De hecho, cuando oramos con fervor, nos sentimos tan, tan bien que nos estaríamos en donde estemos haciendo la oración un buen rato.
A mí me pasa muchas veces. Hubo una vez que, en unos ejercicios espirituales, me pasé casi todo el día en la capilla, incluso en los descansos. Creo que, sinceramente, fue una de las experiencias más bonitas que he tenido, aunque no hiciese ni sintiese nada: simplemente estar mirando la Custodia donde está realmente presente Jesucristo. ¡Qué gozada!
Ahora, reviviendo esos momentos tan gozosos, tan especiales, comprendo mejor qué es la oración contemplativa y la necesidad que de ella tiene este convulso mundo. En el fondo, yo tendría que estar así en cada momento de oración y vivirlo a cada instante, sintiendo esa misma presencia amorosa de Cristo en mi vida, pero los malos hábitos, los pensamientos tan cambiantes que tengo, los pecados y la vida misma me distraen de lo esencial: Jesucristo.
Y eso mismo es lo que le pasa al mundo y por eso vivimos en esta crisis que, además de ser económica, financiera, de valores éticos, morales y religiosos, etc., es existencial. De ahí que no sepamos ni siquiera lo que somos realmente y, en lugar de avanzar, estemos retrocediendo en valores hasta la época de la Roma precristiana donde la homosexualidad, la promiscuidad, el asesinato de niños recién nacidos y otras prácticas abominables estuvieron más que toleradas.