Juan Mari Larrañaga Ysasi-Ysasmendi, autor de este blog

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domingo, 9 de septiembre de 2012

Sorderas


Domingo B de la 23ª semana de Tiempo Ordinario
PRIMERA LECTURA
Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará
Lectura del libro de Isaías 35, 4-7a

Decid a los cobardes de corazón. «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantar. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa, el páramo será un estanque, lo reseco un manantial. Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Sal 145, 7. 8-9a. 9bc- 10
R. Alaba, alma mía, al Señor.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos.

R. Alaba, alma mía, al Señor.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

R. Alaba, alma mía, al Señor.


SEGUNDA LECTURA
¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres para hacerlos herederos del reino?
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5

Hermanos míos: No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman? Palabra de Dios.

EVANGELIO
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: - «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: - «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» Palabra del Señor.

COMENTARIO

“Ábrete” es la única palabra dicha al sordomudo por Jesús en el instante de obrar el milagro para que pudiera oír y que se le soltara la lengua. Hoy en día, los sordomudos pueden comunicarse perfectamente a través de la “Lengua de signos”, esto es, un sistema mediante signos mímicos. Algunos pueden llegar a oír mediante aparatos y/o implantes.

Pero, desgraciadamente también, existe la llamada “sordera espiritual”, cada vez más extendida, consistente en no escuchar, o no querer escuchar, la voz susurrante del Señor. Pienso que el sordomudo del Evangelio de este domingo lo es doblemente. Representa la sordera física que le lleva al aislamiento social, de ahí que unos “amigos” (se supone) o “familiares” querían que Jesucristo le impusiese las manos bendiciéndolo. Pero Él va mucho más allá de una simple bendición. Lo aparta para que, a solas, experimentara Su amor y obrar así la total curación.
También, representa la sordera espiritual porque él era un pagano, no sabía o no quería saber nada de Dios. Esa sordera la tuve, y la sigo teniendo a veces. Hay que estar muy alerta porque, en determinadas circunstancias, nos ponemos unos tapones para no oírle y nos alejamos tanto de Su voz que nos puede parecer que no nos habla, cuando, en realidad, son nuestros tapones, o sea, nuestros propios pecados, incluso los veniales, los que nos están impidiendo la escucha.

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