Juan Mari Larrañaga Ysasi-Ysasmendi, autor de este blog

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domingo, 23 de junio de 2013

Y tú, ¿quién dices que soy yo?

Domingo C de la 12ª semana de Tiempo Ordinario.
 
PRIMERA LECTURA
Volverán sus ojos hacia mí, al que traspasaron
Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1
Así dice el Señor: «Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.» Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas. Palabra de Dios. 

SALMO RESPONSORIAL
Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. 

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

SEGUNDA LECTURA
Cuantos habéis sido bautizados, os habéis revestido de Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 3, 26-29

Hermanos: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa. Palabra de Dios.

EVANGELIO
Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo de] hombre tiene que padecer mucho
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 18-24

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: - «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron: - «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.» Él les preguntó: - «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro tomó la palabra y dijo: - «El Mesías de Dios.» El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: - «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: - «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.» Palabra del Señor.

COMENTARIO
“Y tú, ¿quién dices que soy yo?”, nos sigue preguntando a cada uno  de nosotros Jesucristo en el día de hoy. ¿Responderíamos lo mismo que Pedro, con la misma seguridad y rotundidad, o, por el contrario, responderíamos como la gente de su tiempo, con dudas? Esta pregunta es una de las principales que se tienen que responder, sobre todo, en los ejercicios espirituales, pero también en nuestra vida de creyente, ya que podemos caer en una falsa creencia cristiana considerando a Cristo como un personaje del pasado que dijo e hizo grandes cosas, pero sin ningún vínculo con esta época.

En cierta manera, en mi experiencia de vida hay un momento vital muy importante que, en cierta forma, me hizo “caer del caballo”, como le ocurrió a San Pablo camino de Damasco, y encontrarme con el Señor. Yo perseguía algo sin saber qué era, pues estaba seducido por una ciencia sin Dios, por un mundo vacio y lleno de vanidad y de egocentrismo que, ya por entonces, empezaba a despuntar con bastante fuerza. Ese algo era, es, una persona, Cristo, capaz de saciar mi sed, esa sed que no se sacia ni con agua. Me tuvo que tumbar literalmente para que me diese cuenta de lo que realmente andaba buscando.
Hoy, veinte años después, doy gracias al Señor por hacerse el encontradizo porque andaba en tinieblas, buscando en la ciencia montones de respuestas a otras tantas preguntas que me hubiesen llevado a un sinsentido tal que me hubiera vuelto loco.
Volviendo a la pregunta de “Y tú, ¿quién dices que soy yo”, respondería con el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…””. Ciertamente, me podrán faltar muchas cosas, pero, teniéndole a Él, me basta. Él es Todo para mí.

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