Juan Mari Larrañaga Ysasi-Ysasmendi, autor de este blog

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sábado, 14 de abril de 2012

II DOMINGO de PASCUA- Fiesta de la Divina Misericordia

PRIMERA LECTURA
Todos pensaban y sentían lo mismo


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-35


En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL


Sal 117, 2-4. 16ab-18. 22-24


R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia


SEGUNDA LECTURA
Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo


Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 5, 1-6


Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Palabra de Dios.


EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús


Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: - «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegria al ver al Señor. Jesús repitió: - «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. » Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: - «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: - «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: - «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: - «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: - «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: - «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra del Señor


COMENTARIO


Jesús de la Divina Misericordia
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». Es una de las tentaciones más frecuentes para abandonar la Iglesia y declararse agnóstico o ateo el decir, como Tomás Apóstol: “Si no lo veo, no lo creo”. Es más, yo diría que quienes caen en esa tentación no conocen realmente a Jesucristo ni están dispuestos ni siquiera a dejarse trasformar por su mano llena de amor y misericordia.
Meter el dedo en el costado abierto de Cristo o en sus otras cuatro llagas se requiere de fe. Es más, cada vez que acudimos a Él recibiendo un sacramento, no sólo le metemos un dedo en sus cinco llagas, sino que somos introducidos enteramente en su Sagrado Corazón. Es algo que supera nuestra capacidad de entender. La Eucaristía, ese trocito de pan sin fermentar que, por las palabras consagratorias pronunciadas por el sacerdote, se convierte, por transustanciación, en el Sagrado Cuerpo de Jesucristo, es, cada día que comulgamos, como una puerta que nos introduce en Él. Ante este Misterio sólo podemos caer de rodillas diciendo “Señor mío y Dios mío”. 

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