Juan Mari Larrañaga Ysasi-Ysasmendi, autor de este blog

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lunes, 5 de marzo de 2012

2º DOMINGO de CUARESMA (año B)

PRIMERA LECTURA
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe


Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18


En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: - «¡Abrahán!» Él respondió: - «Aquí me tienes.» Dios le dijo: -«Torna a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.» Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: - «¡Abrahán, Abrahán!» Él contestó: - «Aquí me tienes.» El ángel le ordenó: - «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.» Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: -«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberle reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.» Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL
Sal 115, 10 y 15. 16-17. 18-19


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!»
 Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. 
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.


Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, 
en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.


R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.




SEGUNDA LECTURA
Dios no perdonó a su propio Hijo


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-34


Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? Palabra de Dios.


EVANGELIO
Éste es mi Hijo amado


Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-10


En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: - «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: - «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.» De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: - «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».


Palabra del Señor.


COMENTARIO


¡Qué suerte han tenido esos tres apóstoles de ver con sus propios ojos –de carne– la divinidad en la humanidad glorificada de Jesús! San Pedro, al verle ante Moisés, representante supremo de la Ley, y Elías, uno de los grandes Profetas, se erigió en portavoz de los tres apóstoles que subieron a la montaña –Monte Tabor– y exclamó, como lo hubiésemos hecho cada uno de nosotros –de hecho, lo podemos hacer en la Misa, en la Adoración Eucarística, en cada rato, por pequeño que sea, de oración–, diciendo: «Maestro, ¡qué bien se está aquí!». Parece como si estuviesen en el Paraíso. De hecho, cuando oramos con fervor, nos sentimos tan, tan bien que nos estaríamos en donde estemos haciendo la oración un buen rato.
A mí me pasa muchas veces. Hubo una vez que, en unos ejercicios espirituales, me pasé casi todo el día en la capilla, incluso en los descansos. Creo que, sinceramente, fue una de las experiencias más bonitas que he tenido, aunque no hiciese ni sintiese nada: simplemente estar mirando la Custodia donde está realmente presente Jesucristo. ¡Qué gozada!
Ahora, reviviendo esos momentos tan gozosos, tan especiales, comprendo mejor qué es la oración contemplativa y la necesidad que de ella tiene este convulso mundo. En el fondo, yo tendría que estar así en cada momento de oración y vivirlo a cada instante, sintiendo esa misma presencia amorosa de Cristo en mi vida, pero los malos hábitos, los pensamientos tan cambiantes que tengo, los pecados y la vida misma me distraen de lo esencial: Jesucristo.
Y eso mismo es lo que le pasa al mundo y por eso vivimos en esta crisis que, además de ser económica, financiera, de valores éticos, morales y religiosos, etc., es existencial. De ahí que no sepamos ni siquiera lo que somos realmente y, en lugar de avanzar, estemos retrocediendo en valores hasta la época de la Roma precristiana donde la homosexualidad, la promiscuidad, el asesinato de niños recién nacidos y otras prácticas abominables estuvieron más que toleradas. 

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